lunes, 27 de octubre de 2008

Para mi

Debo reconocer que rara vez escribo para mi. Que siempre escribía pensando en un otro, en un vínculo secreto de tal vez voyerismo, tal vez interés, de cariño, preocupación, de amor. Pero hoy escribo para mi, porque a la persona que escribía está en un atarashii sekai (insertar kanji acá) , sin "nosotros" ni menos un yo, y está bien... para todos menos para la nostalgia, y el hogar que hay en mi.
De hecho, que increible, olvidé por qué quería escribir, y en esa última linea estaba precisamente eso... de metaforas que cobran carne.
Este tiempo he sentido -sí, sentido-, un espacio... un espacio en mi corazón. Cierro los ojos y lo veo, sé donde está ubicado, de que color es y obviamente que es lo que es.
Es un espacio, como decía, pero no uno simbólico, es un espacio real, que lo siento, sin carácter de alucinación ni de delirio. Lo siento, es una casita que tiene nombre pero está vacía, es una casa que era un hogar y ahora está fría... No es un espacio en blanco, no es un agujero de un rompecabezas, es una casa, una casa que está ahí, adentro de mi y en la parte superior de mi corazón y un poco a mi derecha.
No siento que se vaya a ir, no la niego y tampoco puedo pretender ir a hacer traspaso de llaves. No lo pondré en venta porque sé que hay fantasmas adentro que aún penan.
Es una casita que tal vez este año le faltó madera para estar calientita, que sus murallas están bastante golpeadas y escupidas, y que de verdad necesita mantención, pero el otro landlord tomó el tren de la desvinculación. Y aquí estoy yo, cargando una mochila de momentos simbólicos con tildes de comparación y contrastes paradójicos con un nivel de integración. Es la paradoja más cruel y hermosa, es la paradoja de haber tenido la mejor relación y a la vez la peor, al mismo tiempo y en un baile continuo, que al momento de integrarlos tenía un vínculo bañado de amor.
Y aquí estoy, con momentos cargados de símbolismos que solo vinculan al vacío de esta casita, donde me siento en la misma ventana de siempre, y del oriente miro al poniente y veo caminatas diferentes, rostros diferentes y , bueno, personas diferentes. Podrían pasar desfiles de marqueses como cual impostora de cenicienta queriendo probar la llave a la casita, pero todos saldrían con un intento fallido y yo con cara degastada porque no apareció.
La casita sigue ahí, cierro los ojos y la veo, y no es necesario que piense en ella para sentira, pues está ahí, como no podría estarlo, si demoró dos años en cosntruilra y 3 días en abandonarla. No puede ser destruida, ni quemada, ni pintada con nuevos colores y nuevas fotos, sino solo puede ser absorbida, que se hunda en su lugar e integrarla. Quedando ahí como una representación y no como algo tan tangible y concreto como lo es en este minuto.