El reloj se detuvo a medio día: el sol está en su cenit, no podría hacer más calor, eran rayos penetrantes quemando y molestando constantemente.
El tiempo se detuvo a medio día, no había ni una nube, pero una tormenta yacía adentro, inundando, ahogando a cada segundo.
Era medio día, el sol no quería avanzar, y él tampoco sabía si eso era lo que realmente deseaba. Sabía que el atardecer estaba a leguas de distancia, que la noche oscura del alma aun ni se pronunciaba. Sabía que sería lo más oscuro que conocería, una noche sin luna, sin estrellas, sin velas ni sonrisas ajenas, que una vez en ella el amanecer se desintegaría de sus conceptos y que posiblemente olvidara que la única luz estaría adentro.
Pero aún era medio día, el sol seguía quemando sin dar indicio de cuando dejaría de brillar. El calor tierno de la mañana ya era pasado y solo quedaba esperar a que viniera la noche. La última noche, donde Soledad contrae lazos con Muerte, donde Angustia termina de levantar su castillo, que ningún otro rey puede conquistar, y donde Hades es erradicado del infierno, y Ansiedad toma su lugar.
Las cartas estaban lanzadas : Una noche, una persona, mientras sería de día para el resto de la humanidad.